Alguna vez me han preguntado si existe una maldad esencialmente femenina, es decir, una maldad propia de la mujer, que recurra a estrategias específicas a las que los hombres son ajenos. Yo creo que no. Opino que la dimensión del mal no distingue entre géneros, pues es un modo de pensar y de sentir. Es cierto que en base a sus propias fuerzas, una mujer puede recurrir a estrategias que requieren menos fuerza física, sustituida por otras habilidades como la seducción, la manipulación o el engaño, pero de ningún modo pueden considerarse estrategias exclusivas de uno de los géneros, los hombres son muy capaces de cualquiera de estas tres formas de hacer daño. Por otra parte, hay mujeres cuya fuerza es extraordinaria y pueden abatir sin dificultad a uno o varios hombres, por lo que ni siquiera la superior fuerza física masculina es una forma de agresión única de su género.

   En esta sección del blog me gustaría tratar dos tipos de personajes: por una lado, los históricos, cuya biografía nos permitirá reflexionar sobre cómo han actuado aquellas mujeres cuya capacidad de hacer daño era superior a cualquier otra cualidad que pudieran tener. Por otra parte, me gustaría conversar sobre personajes literarios. Más allá de que sean ficticios, creo que a través de algunos de ellos podremos percibir muchas otras realidades: aspectos psicológicos, conductas estereotipadas, las diferencias entre los modos de percibir a la mujer malvada cuando escribe un hombre y cuando escribe una mujer...

   Creo que todas estas ideas nos pueden inspirar y guiar en el día a día, en el que normalmente no tenemos ante nosotras conductas perversas espectaculares, sino constantes gotas de agua que llenan un cántaro de decepciones propias y ajenas. En cualquier caso, la reflexión sobre el bien y el mal siempre es enriquecedora para toda inteligencia sana y activa.